Tiempo de castañas
(Recordando al Sr. Cesáreo y a la Sra. Matilde)
Antaño vender castañas asadas en la calle, era un oficio casi exclusivo de mujeres, popularmente conocidas como "castañeras".
La castañera fue una estampa muy popular en nuestros pueblos y ciudades durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, siendo considerada como una institución. Actualmente en algunas ciudades se sigue manteniendo este oficio tradicional y, en otras, se han levantado monumentos en su recuerdo.
Todos hemos experimentado en alguna ocasión la sensación de recordar un momento de nuestra infancia, un momento de nuestro pasado al saborear algún alimento o al reconocer un olor. Cuando llega el otoño y se aproxima la Fiesta de Santos y Difuntos nos juntamos los amigos para no perder la tradición de ir a asar las castañas al campo, (celebrar o hacer el calbote lo llaman en algunos pueblos de nuestra Extremadura), y el olor que produce el cocinado de este fruto al ponerlo sobre la lumbre, hace que mi memoria me transporte a mis años de niñez.
En aquellos años lejanos de la década de los 60 del siglo pasado, el olor a castañas asadas, era para mí sinónimo de frío, aquel frío helador de los primeros días de noviembre, que llenaba nuestras orejas de sabañones y obligaba a nuestras madres a cambiarnos las calzonas del verano por el jersey y los pantalones de invierno. Todavía no se había implantado el uso del pantalón en las mujeres, lo que hacía que las chicas tuvieran que afrontar los rigores invernales con una apreciable desventaja con relación a nosotros, ya que tenían que llevar las piernas al aire y, por consiguiente, sufrían más las bajas temperaturas.
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Niñas con indumentaria de invierno: Abrigo, faldas cortas y calcetín alto para cubrirse del frío. Año 1965/66. Foto cedida por María Dolores Santano. |
Pero el olor a castañas asadas evoca en mi memoria un recuerdo que me traslada a la plaza Vieja de nuestro pueblo, que era como conocíamos a la que entonces se llamaba plaza Nacional y hoy denominamos plaza Príncipe de Asturias, impregnada por aquel aroma otoñal procedente de la caseta del señor Cesáreo. Para los broceños de mi generación es inevitable asociar la llegada del otoño y el frío en nuestro pueblo, con la presencia de unos personajes tan conocidos y entrañables como fueron el señor Cesáreo Cancho y, su mujer, la señora Matilde Barriga y su puesto de venta de castañas asadas que tenían en la plaza.
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La Sra. Matilde y el Sr. Cesáreo en el puesto de la Plaza Vieja |
Cesáreo y Matilde, como muchos matrimonios de aquella época, formaron una familia numerosa. Tuvieron seis hijos: Juan, Felipe, Marcelina, Cecilia, Cesáreo y Julián. La vida les trató duramente, no solo por la dificultades de la época que le tocó vivir, sino por la perdida de dos de sus hijos en edad temprana. Tenían su casa en el número uno de la calle Bartolomé Pelayo y, en ella, montaron un negocio de venta de huevos, por eso eran conocidos como "los hueveros".
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Foto año 1945. Dos hijos del Sr. Cesáreo, Julián y Juan posan en esta fotografía típica de las que se hacían en días de Ferias de Abril, con la cesta de huevos que utilizaban para la venta a domicilio. |
Eran tiempos de escasez y carestía y el negocio de los huevos, por sí solo, no daba para sacar adelante a su profusa prole, por lo que tuvieron que dedicarse a otros trabajos u oficios temporales, que son por los que recordamos a esta familia las gentes de mi generación: la venta de castañas asadas en otoño e invierno y los helados en verano.
El puesto donde asaban y vendían las castañas era una humilde caseta de tablas, hecha por él mismo, que se encontraba, a la izquierda según se bajan las escaleras de la plaza que dan con la calle El Brocense. Tenía un techo de chapa que más de un muchacho lo utilizaban, en sus juegos, como resbalaera por la facilidad de acceder al mismo desde el arandel del paseo.
En ella se resguardaba el matrimonio de las inclemencias del tiempo para desarrollar este noble oficio; y lo hacían, como puede apreciarse en la fotografía, utilizando una técnica sencilla y artesanal, mediante herramientas y utensilios de fabricación propia: un bidón, que servía de fogón, donde mantener encendidas las brasas de carbón de encina, una brasero agujereado para asar las castañas, una paleta para removerlas y un cajón a modo de mostrador para la venta.
Los domingos y días de fiesta de los meses de noviembre, diciembre y enero, las noches de las novenas de la Pura y de la Milagrosa, los días previos a las fiestas de Navidad y Reyes eran fechas en las que Cesáreo y Matilde ofrecían este manjar otoñal a las gentes de Brozas. En algunas ocasiones, sus hijos Cesáreo y Juli, les echaban una mano, sustituyéndolos en el puesto.
No eran tiempos de derroches y abundancia. Los muchachos estábamos deseando que llegara el domingo para que nuestros padres o abuelos nos dieran "la paga" para ir a comprar al puesto del señor Cesáreo, y donde la señora Matilde te despachaba un cucurucho de papel de periódico lleno de castañas olorosas, calentitas y que sabían a gloria.
Pienso que, como a mi me pasa, el aroma de las castañas asadas quedó en la memoria de la infancia de varias generaciones.
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Rememorando aquellos tiempos: Comprando castanhas a una castanheira en Évora (Portugal) |
Y hablando de recuerdos y sabores relacionados con la familia Cancho, mi memoria me traslada a una estación más cálida, a una tarde, veraniega de domingo en la Plaza Nueva, amenizada por los acordes y los sones que emitía la Banda Municipal de Música, saboreando un rico de aquellos helados que hacía la señora Matilde y vendía el señor Cesáreo.
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En la Plaza Nueva con el carro de los helados y con el de las golosinas, |
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Herramientas heladeras usadas por el Sr. Cesáreo
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En la Romería de San Gregorio vendiendo helados y frutos secos |
Como sucedía con bastante frecuencia, los oficios pasaban de padres a hijos, y el señor Cesáreo le pasó el testigo a su hijo Cesáreo, al que también recordamos asando castañas, vendiendo helados y con el puesto de golosinas de la calle Brocense.
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El Sr. Cesáreo (hijo) vendiendo helados, rodeado de posibles clientes o arrimados para salir en la foto. Foto cedida por Antonio Elviro Arroyo. |

Que bonito y cuantos recuerdos de nuestra infancia ,
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